Recientemente he dirigido un Working Group en varios países sobre protocolos familiares y me ha llamado la atención el contraste cultural que existe al respecto entre las empresas europeas –muy formales- y las americanas –muy vitales-.

En Europa los protocolos familiares tuvieron su apogeo entre los años 1995 a 2005 en gran parte gracias a la labor divulgativa de las Asociaciones de Empresa Familiar. Cátedras de Empresa Familiar, como la del IESE, desarrollaron estudios para valorar la eficacia de los protocolos familiares en las empresas, llegando a la conclusión de que muchos de los protocolos familiares realizados por las empresas se habían quedado “encerrados en un cajón”, es decir, inútiles.

Esas conclusiones me plantearon varias preguntas: ¿Por qué esos protocolos no han sido útiles? ¿La cultura de protocolos familiares fue una burbuja más procedente del marketing de consultores? ¿Sirvió para algo la cultura desarrollada de tener protocolos familiares?

En una primera aproximación pensé: “bien, se quedan en un cajón…. ¿y qué?” Hay acuerdos muy importantes para los accionistas y las empresas que no necesitan ser vividos sino escritos. Se trata de pactos formales, muy legales, como las reglas de transmisión de acciones, testamentos, regímenes matrimoniales…etc. En estos casos, el pacto no pierde eficacia por el hecho de quedar guardado en un cajón. Es útil y podrá ser utilizado cuando proceda. Además, sorprende la importancia que los empresarios dan a la validez de los acuerdos consignados en un protocolo familiar, por lo qué siendo este tipo de acuerdos de alta formalidad jurídica, debiera ser algo reseñable el simple hecho de tenerlos.

En una segunda aproximación, más profunda, uno cae en la cuenta de que los temas más importantes de un protocolo familiar no son en absoluto los legales, sino los empresariales y culturales. El legado de la familia, sus valores y código ético, la visión de futuro de esa familia, las pautas de la transición generacional y la educación para la sucesión. Y de acuerdo a esas pautas más profundas, las reglas que se adoptan para la toma de decisiones en el área de la gestión, el gobierno o la propiedad responsable.

Esta es quizá la parte más sensible a “quedarse guardada en un cajón”, la que no será útil si no es llevada a la práctica, convertida en decisiones. Por eso no hay avance en los protocolos familiares si las familias no han puesto en marcha los órganos de gobierno que convierten ese “marco familiar” en decisiones y políticas operativas, es decir:

1º El Consejo de Administración/Directorio y las Juntas de Accionistas o su variante de consejos de propietarios (owner´s councils)

2º El Consejo de Familia o reuniones familiares en su más amplio sentido (Asambleas y comités)

¿Por qué entonces nos sorprendemos de que un Protocolo Familiar se quede en un cajón? El Protocolo Familiar es un documento que recoge unos acuerdos que usaremos en la medida en que sea un marco de algo vital y operativo, que necesita un órgano o foro que lo haga útil y de aplicación, principalmente el Directorio y el Consejo de Familia.

Lo que se ha quedado en el cajón, realmente olvidado, son esos órganos de gobierno y no el documento. Este aún puede ser útil si se activan aquéllos. Tener un protocolo familiar y no activar el Directorio y el Consejo de Familia es como comprar un GPS para un automóvil que no tiene volante para conducir.

Como siempre os agradezco mucho que me hagáis saber vuestras opiniones, críticas y/o comentarios al contenido publicado. ¡Las ideas están para ser expuestas, debatidas y enriquecidas!

¡Muchas gracias y buenos días a todos!

17/10/2018 – Carlos Arbesú
Profesor visitante del PAD

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